Las derrotas de Elena es una novela sobre la Guerra Civil y también es una novela sobre la Segunda Guerra Mundial, una novela de acción y una novela de amor; pero sobre todo es la historia de dos jóvenes, Elena y Manuel, que se conocen y que apenas tienen tiempo para empezar una vida juntos cuando los acontecimientos los arrastran. Las derrotas los llevan por distintos caminos: Madrid, Sevilla y París a ella; a él, por los distintos frentes en España primero y después Francia, el norte de África y de vuelta a Francia integrado en “la 9”.
Las derrotas de Elena es una novela de amor, pero también de soledad; es una historia que cuenta el paso de la adolescencia a la edad adulta y de cómo a veces la vida nos empuja a dar un paso al frente y asumir nuestras responsabilidades.
Más info en http://lasderrotasdeelena.com
PVP: 18 €
ISBN: 978-84-608-7712-7
Páginas: 238
Portada
Probablemente no se trate más que de otra revisión del conflicto permanente que hace posible la vida, el círculo fatal del amor y la muerte. Lo que es seguro, es que Carlos Ollero no ha escrito otra tediosa novela sobre la última guerra civil española.
El campo espacio-temporal en el que se desarrolla la acción del relato va de Mayo de 1936 a Mayo de 1945, y las ciudades en las que viven y mueren los personajes: París, Madrid, Sevilla y de nuevo París.
Dos jóvenes enamorados, Elena y Manuel, se ven arrastrados por los acontecimientos derivados de la sublevación de los traidores militares africanistas contra el régimen legal y democrático de la II República Española, los crueles vencedores de un pueblo desarmado y antes derrotados en mil y una batallas en los tres continentes por fuerzas irregulares de ejércitos de liberación nacional.
Poco más tarde por la invasión del ejército nazi de la Francia filo-fascista del Gobierno de Vichy, presidido por el mariscal Pétain.
A lo largo de 230 páginas, dos partes, 38 capítulos muy breves y algunas cartas, el narrador omnisciente, en la tercera persona del singular como es preceptivo, nos cuenta una contundente historia de amor zarandeada por todos los avatares presumibles en dos guerras sucesivas, que en realidad fueron una.
La narración fluye ágil y directa, con sobrias descripciones de ambiente y diálogos que van fijado las posiciones de los personajes centrales y de un complejo elenco de secundarios, que dan verosimilitud al relato.
También tienen un importante papel en el relato el comprometido reportero de guerra Robert Capa y el tan genial, como excesivo escritor norteamericano Ernest Hemingway. Ambos muy activos en las dos guerras y siempre del lado de las fuerzas progresistas, cada uno a su manera.
La acción se inicia en “media res” de la vida de los protagonistas, y los abandona a su suerte cuando el conflicto bélico concluye. La novela mantiene un interés constante sobre la acción principal, una historia de amor no exenta de dudas y vacilaciones, algo así como la vida misma. Pero sin perder nunca el pulso al marco histórico en el que se enmarca y le da sentido.
El momento de mayor tensión dramática de la obra se alcanza con la desesperada huida de la protagonista de la bella ciudad del Sur y del infame ambiente familiar que amenaza con destruirla.
Luego viene el desembarco de Normandía y la gloriosa entrada en París de la 9. La compañía de los españoles.
Por poner alguna objeción al soberbio trabajo literario y de documentación de Carlos Ollero, me atrevo a dejar constancia de dos cuestiones no recogidas con precisión en el texto.
En el asalto al cuartel de la Montaña, 19 de julio del 39, no solo murieron los militares sublevados y los falangistas que se atrincheraron con ellos al mando del General Fanjul, también murieron a centenares los guardias de asalto y guardias civiles que se mantuvieron leales a la República, y los militantes antifascistas entre ellos mi tío Tomás, que pretendió defender la República con una manta y un palo por todo armamento y que a las puertas del cuartel cayó tiroteado.
¡ Salud y República, tío Tomás !.
Los militares rebeldes habían convertido el cuartel en el depósito central de los cerrojos de los fusiles Máuser de las otras guarniciones de Madrid, sin ellos los fusiles eran piezas inútiles.
Acabar con la sublevación en Madrid fue un hecho central para que no triunfara de inmediato el golpe fascista, diseñado por Mola y sus secuaces.
Y dos, las iglesias que ardieron en la zona republicana, en su mayoría no lo hicieron por incendios provocados como afirmó machaconamente la propaganda mercenaria del régimen de Franco durante cuarenta años. Las iglesias ardían de modo fortuito en muchos casos porque eran polvorines de armamento y munición para la quinta columna, los campanarios puesto de tiro para francotiradores que asesinaban impunemente a uniformados al servicio del gobierno legal y los conventos refugio de militares golpistas y matarifes falangistas.
Ese fue el uso principal que le dio la jerarquía católica a los lugares de culto y recogimiento espiritual.
Por otra parte, es justo felicitar a la joven editorial Discursiva de Pontevedra por esta cuidada edición y por la acertada elección de la fotografía de portada, que tan bien resume lo narrado.
Solamente me permito una humilde recomendación, para las novelas como la que comentamos seguramente una tipografía con pie de letra refuerza la calidez del texto. Le quita ese aire técnico de los tipos sin pie.
Y al gran escritor en que se está convirtiendo Carlos Ollero, una petición. Que incluya el espacio sonoro en sus relatos, sólo se escucha La Marsellesa y el ¡Ay, Carmela! en la toma de París, habiendo pasado buena parte de la acción en el castizo Madrid, la flamenca Sevilla y el bohemio París.
No puedo resistir la tentación de pensar Las derrotas de Elena como un magnífico guion de cine y con una evocadora banda sonora que la convierta en nuestro racial Doctor Zhivago.